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Por qué la visita se ha vuelto una tortura en las cárceles de Córdoba

Con una población sobrepasada en los establecimientos carcelarios, también la crisis se traslada a la visita. Las razones por las cuales el sistema carcelario de Córdoba avanza hacia una situación complicada

No es muy complicado de entender. Ni de prever.

Sí, de solucionar.

En menos de 5 años, la población penitenciaria de Córdoba se duplicó. Y creo que me quedo corto.

Y las cárceles, ya lo sabemos, no siguieron el mismo proceso.

Me dirán que se construyeron nuevas celdas, nuevos pabellones. Que se adaptaron algunas zonas, que se redistribuyeron otras. Que los mismos presos, a veces, levantaron sus celdas. Que se va respondiendo a medida que la demanda va creciendo.

Bueno, todo eso en el mejor de los casos.

Lamento agregarles que para eso se desarmaron pabellones industria, donde se aprendían oficios. Y que ahí se montaron pabellones colectivos, dejando de lado la capacitación en pos de seguir agregando más y más camas.

Les diré que las celdas pensadas para uno, hoy son para tres o cuatro. Que en esas celditas con baño incluido, tenés que cagar en presencia de tu compañero, porque así lo demandan las circunstancias.

Les agregaré que se están usando como alojamiento lugares insólitos, como los box pensados para que se encontraran los presos con sus abogados. Como pasillos, diagramados para conectar dos áreas. O simplemente los halls centrales de los pabellones, que de noche se tapizan en el mejor de los casos con colchonetas vetustas, y ahí deben dormir amontontados los internos, escena vergonzosa que la ocurrencia cordobesa decidió bautizar como "pijamadas". Acá debería poner un emoji con los ojitos mirando para arriba.

GEOMETRÍA QUE NO MIENTE

La explosión demográfica en las cárceles cordobesas es innegable. La situación de emergencia también. Y al menos en esto tenemos certeza que la causal no está en el SPC ni en el Ministerio. Hay que buscar en otro lado.

Pero más allá de que a los tumbos se haya logrado alojar al aluvión de presos que escupe sin miramientos la justicia, respondiendo casi siempre al clamor mediático de cárcel y más cárcel, el milagroso "estiramiento" de las capacidades de alojamiento de nuestras cárceles -en toda la provincia- esconden un componente dramático: la visita.

Matemática pura. O geometría mejor. Si se duplica la cantidad de presos, lo mismo pasa con la visita. El problema es que no se ha duplicado la infraestructura para que los familiares puedan visitar a sus presos. No hay el doble de salones. No hay el doble de patios. No hay el doble de locutorios. Más bien te diría que se han achicado esos espacios.

Tampoco hay el doble de empleados para atender a las visitas. No se aceleró el proceso de la requisa. No se simplificó, pese a los escáneres.

¿Entonces qué sucede? La visita se ha vuelto una tortura. Ver a un ser querido es someterse a esperar a veces más de 12 horas para estar una adentro. Llevarle un alimento a un familiar, es estar dispuesto a perderlo o a ver cómo lo destrozan en tu cara.

¿Entonces qué sucede? La visita se ha vuelto una tortura. Ver a un ser querido es someterse a esperar a veces más de 12 horas para estar una adentro. Llevarle un alimento a un familiar, es estar dispuesto a perderlo o a ver cómo lo destrozan en tu cara.

Pero también tenes que estar preparado para presenciar momentos muy jodidos durante el horario de visita. Porque hay hacinamiento, y cuando hay hacinamiento hay lucha por los espacios, por los objetos, por los derechos, por los privilegios. Por eso no sorprenden los desmadres que se generan cada vez con mayor frecuencia durante estos momentos que en otros tiempos eran sagrados. Y deberían volver a serlo.

CHAU VISITA GENERAL

Las cosas se han complicado aún más con una orden recién emanada por la jefatura del SPC: no existe más la visita general. No hay más capacidad, no hay personal para manejarla. No hay espacio. Esto me lo confirman empleados penitenciarios que son muy conscientes de que se está jugando al borde de la línea.

Con la nueva normativa de Juan María Bouvier, bajada a la tropa en la voz del director general de seguridad, Víctor Vivas, sólo se está permitiendo el ingreso de familiares directos y con carnet. Con un agregado: no están dando más de dos carnets a los nuevos presos. Dos, leíste bien.

También se está avanzando para eliminar los locutorios. Olvidate de la imagen de las películas. Nada de vidrio al medio y teléfono. Los locutorios son simplemente una salita. Chiquita, sombría, horrible. Bueno, ahora tampoco eso. Y es lógico. Los locutorios se están usando para alojar más y más gente.

Estamos desbordados, en todas las unidades no alcanzan los colchones ni la comida, los internos duermen tirados en el piso, la Provincia no hace nada, no les interesa. Al jefe tampoco le importa. Estamos desbordados, en todas las unidades no alcanzan los colchones ni la comida, los internos duermen tirados en el piso, la Provincia no hace nada, no les interesa. Al jefe tampoco le importa.

"Todo esto lo único que genera es bronca entre la gente", me dijo una penitenciaria que consulté para esta nota, preocupada porque "seguramente" traerá más consecuencias. "Estamos desbordados, en todas las unidades no alcanzan los colchones ni la comida, los internos duermen tirados en el piso, la Provincia no hace nada, no les interesa. Al jefe tampoco le importa". Y me agrega algo de lo que estoy convencido desde 2005, cuando entré por primera vez a la Penitenciaría de San Martín: "La situación carcelaria es deplorable, tanto para los internos como para nosotros los empleados, que estamos atados de pies y manos". Y cierra casi implorándome: "Tenés que ayudarnos antes de que tengamos que enfrentar algo peor que el motín de San Martín". Como si yo pudiera hacer algo -pienso-, más allá de esto que escribo.

AL LÍMITE, SIEMPRE AL LÍMITE

Y parte de razón tienen. Como te dije, la geometría no miente. Y la matemática tampoco.

Para que te des una idea: en tres años, entre 2016 y 2018, la cantidad de personal penitenciario en las cárceles de Córdoba pasó de 2149 a 2212, según los informes del propio gobierno. Esto significa que creció un 3% la dotación de personal.

En el mismo período, la población de internos pasó de 7320 a 9205 (2016 a 2018), lo que implica una suba de 25,7%. No hace falta comentar demasiado sobre lo que esto significa. No sólo para los empleados sino también para los internos y sus familiares.

Si a eso le sumamos que además de no expandirse los espacios para la visita, acorde al crecimiento de los presos, tampoco se aumentaron los bancos en las escuelas, mucho menos se incrementaron los lugares para aprender oficios, no se duplicaron las capacidades de los dispensarios y hospitales penitenciarios. Y hasta cosas tan básicas, como saber que existen las mismas plantas de tratamiento de líquido cloacales que en 2010. Antes trataban los efluentes de 2500 presos. Hoy la cifra orilla los 5200. De ahí la invasión de ratones que sufre Bouwer.

No hay mucho para agregar como conclusión. Simplemente poner a la luz una situación dramática, que se lleva puestos todos los preceptos de la ley de ejecución penitenciaria, que diluye hasta la nada misma cualquier esfuerzo de reinserción que declaman nuestras autoridades y nuestras leyes, y que enervan hasta el límite de lo tolerable el ánimo, el aguante y la perseverancia de la sacrificada gente que dedica jornadas enteras de espera, cola, requisa y verdugueo, solo para estar un ratito con un ser querido que vive detrás de una reja.

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