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La odisea de volver: argentinos varados por América

En Perú, en Chile o en medio del mar, el cierre de fronteras y las restricciones de cada país dejan a un montón de argentinos a la deriva. Dos casos de personas que todavía intentan volver retratan los escenarios complicados que genera la pandemia.

El avance del coronavirus en nuestro continente, que tuvo como antecedente las escenas que llegaban desde Europa, derivó en decisiones drásticas de los distintos gobiernos, que incluyen cierre de fronteras, toques de queda y distintas restricciones que dejaron a muchos argentinos atrapados. Sus historias son una forma de acercarse a una realidad que se vive en paralelo a la cuarentena total.

SOÑANDO CON LLEGAR A LIMA

Macarena (23) se entera, estando en Ecuador, que por la pandemia de coronavirus van a cerrar la frontera con Perú. Está recorriendo el continente con su mochila, de México hacia Argentina. Toma el primer colectivo que la lleve para el sur, en dirección a la Argentina. Así, cruza la frontera por Huaquillas. Le hicieron los exámenes y le tomaron la fiebre. Aunque no apareció nada, el toque de queda en Perú la agarró en la ciudad de Máncora, una localidad costera a casi 1.200 km. de Lima, la capital peruana.

“Cerraron todas las rutas. Dimos con un camping donde también hay argentinos, estuvimos buscando casa. Pero el toque de queda significa estar 15 días gastando en alojamiento y comida, cosa que nosotros no podemos afrontar”, relató a MARCA INFORMATIVA. Desde la Cancillería argentina les hicieron llenar un formulario para determinar el número de argentinos varados y les confesaron que en un solo día la cantidad había aumentado notablemente. Mientras, en Perú el problema crece y ya hay cinco muertos por coronavirus.

El gobierno argentino envió dos aviones Hércules para repatriar a 140 personas. El problema es que esos vuelos solo traerán gente de Lima y Cuzco. Los que están diseminados por el resto de la extensa geografía peruana no tienen posibilidades de moverse ni, por ahora, pensar en volver a Argentina. Piden que les den un salvoconducto o que habiliten para los vuelos de repatriación el aeropuerto que está a solo media hora de Máncora.

“Estamos en un pueblo donde se acaba la comida, hay argentinos mangueando, pibes que viven de la gorra que ahora no están pudiendo hacer nada”, reveló Macarena. Se improvisaron trueques para conseguir alojamiento, ollas populares y todo tipo de estrategias para conseguir lo básico. Según les dicen, el sueño de llegar a Lima –y así pensar en volver a casa- tendrá que esperar.


TRES PLANES EN MEDIO DEL MAR

Dante Leguizamón (45) es un reconocido periodista cordobés. El 8 de marzo, se subió al impresionante crucero Zaandam de la empresa Holland America. Como amigo de uno de los tripulantes, había ‘ligado’ gratis la posibilidad de embarcarse para conocer las Islas Malvinas: el recorrido arrancaba en Buenos Aires, tocaba Montevideo, seguía por las Malvinas, luego por el canal de Beagle y culminaba en San Antonio, el puerto chileno ubicado a la altura de Santiago yendo de sur a norte.

Apenas pudieron hacer pie en Malvinas: las disposiciones por la pandemia los hicieron ir raudamente a Punta Arenas, en el extremo sur de Chile. Allí, las autoridades chilenas no les permitieron bajar y, tras algunos idas y vueltas –y tras hacerles exámenes de salud que resultaron en que nadie estaba enfermo-, recalaron en Valparaíso. Allí directamente no pudieron acercarse a menos de 2.000 metros del puerto. Los proveyeron de comida y combustible, pero no los dejaron bajar. Solo descendieron una familia chilena y un grupo de franceses (algo que nadie supo explicarles).

Allí, empezó a rumorearse lo que hizo que Dante se desesperara: el gobierno chileno estaba inflexible con la autorización para desembarcar y el barco tomaría dirección hacia San Diego, Estados Unidos. El periodista cordobés confesó estar “desesperado” por ver a sus hijos. En el barco, junto con él, viajan otros seis argentinos. Dante es el único que está fuera de la edad de riesgo: los demás tienen entre 65 y 84 años.

“No sé qué hacer, yo no hablo inglés, la Cancillería me dice que confíe en la gente de San Diego. Yo no tengo visa y no sé qué puede pasar, no sé cuánto tardará el viaje”, manifestó en audios que fue enviando desde el crucero. Los audios eran para pedir ayuda.

Ninguno de los muchos contactos periodísticos de Dante sirvió para destrabar la situación: ahora les confesaron que había tres planes. El plan A es seguir la ruta original del barco, es decir cruzar por el canal de Panamá y terminar el día 30 en Miami. Si no permiten que le crucero cruce el canal de Panamá, el plan B es ir a Puerto Vallarta, sobre el Pacífico mexicano. Y el plan C, finalmente, es ir a San Diego, si en Puerto Vallarta les negaran la posibilidad de descender. Lo único que saben con certeza es que irán hacia el norte.

El periodista, además, tiene el agregado de que no es pasajero y por ende no cuenta con las mismas comodidades que el resto dentro del barco. “Queríamos conocer Malvinas y terminamos castigados por lo que está pasando”, remarcó en uno de sus audios.

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